martes, 17 de octubre de 2006

Guerra al graffiti y el stencil urbano

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Anoche escribía felizmente mi bitácora, asomado a mi ventana, cuando de pronto veo pasar a dos muchachos y una chica, universitarios como cualquier vecino de por acá, nada fuera de lo usual. En eso echo un segundo vistazo y los muy conchesureputamadre habían pintado con pintura spray un stencil en el suelo del pasaje, a un par de metros de mi casa...

Estaba tan, pero tan pero tan indignado que no alcancé a reaccionar ni nada, cuando lo hice ya era muy tarde y se habían ido. Quería salir y encararlos, quería decirles que fueran a pintar con spray el culo de la maraca de su abuela y que le pintaran con stencil el coño de la callejera de su reputa madre... bueno, y además preguntarles si acaso les gustaría que pintara a metros de su casa, o peor aún, en las paredes de su propia casa algún logotipo de lo que fuera mi gusto.

Es que yo no entiendo como pendejos (porque eso es lo que son, artistas nunca fueron los muy tarados) se sienten con la libertad de llegar y rayar sea como sea las paredes de los barrios, sean de casas, sean de sitios abandonados, sea de lo que sea. ¿Cuál es el afán de afear una hermosa y limpia pared blanca con la firma de algún estúpido imbécil que ni siquiera aprendió a leer en la escuela y que repite "fuck fuck fuck" sin saber siquiera qué lengua trata de emular?

Amo mi ciudad, Valparaíso tiene un legado arquitectónico único en el mundo, mezcla de distintas culturas, pueblos y lenguas; pero me da rabia y mucha tristeza cuando veo las casas llenas de rayados de partidos políticos, grupos musicales, tendencias religiosas (hasta "Cristo viene" "Alá es grande" y "Dios te ama" es un insulto para aquellos a quienes se les ensucia su hogar o entorno) y quién sabe qué otros adefesios. Casas hermosas, con un estilo único, arruinadas en nombre de un mal llamado "arte" o "libertad de expresión".

El arte no es invasivo ni agresivo, no daña ni molesta el entorno de las personas. El verdadero arte es universal, agrada a todos y no sólo a los autodenominados "artistas", cobardes de mierda que se esconden en la oscuridad de la noche para ensuciar nuestra urbe que nos pertenece a todos.

Yo hago un llamado, a que nadie haga la vista gorda cuando vea a alguno de estos imbéciles pintando o rayando murallas, aunque no sean las suyas, aunque no sea su barrio, para encararlos y decirles que se larguen de allí, amenazarlos con los pacos, sacar el peor insulto y hacerles un escándalo para que todos tus vecinos se den cuenta de lo que están pasando y copien tu buen ejemplo, tirarles agua por la ventana o peor aún, pintura, para que vean lo que se siente. Los grafiteros y grafiteras no son "unos jovenes expresándose", son delincuentes, criminales, merecen todo el repudio comunitario y deben entender de una vez por todas que la ciudad no es un lienzo público para sus aberraciones plásticas.

jueves, 5 de octubre de 2006

La vulnerabilidad de la información personal

Hace unos meses, desde que renuncié a las cadenas de la esclavitud a las que fui sometido durante este año, empecé a recibir publicidad de la financiera ATLAS, nombrada aquí no con propósitos publicitarios, sino más bien con fines ilustrativos y ejemplificatorios para que el lector juzgue por sí mismo la agenda de este tipo de instituciones.

Me extrañó al principio porque no tengo lazos financieros con ninguna casa comercial, todo lo compro al contado y en efectivo. Me pregunté "¿De dónde habrán sacado mi información personal?". Tiempo después supe que a muchos de mis ex compañeros universitarios y ahora colegas también les empezó a llegar correo basura a sus propias casas ofreciendo créditos, cuentas bancarias, entre otros productos y servicios.

¿Coincidencia? No lo creo. Es obvio, la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y el Banco Estado venden la información personal de sus clientes a otras instituciones financieras, entre otras, con el fin de que éstas últimas tengan la oportunidad de ofrecer productos y servicios a jóvenes profesionales inexpertos, cuyo objetivo será atarlos de por vida a la respectiva institución con sus prestaciones.

Realmente siento una gran molestia de que la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y el Banco Estado utilice la información privada de sus clientes con el objeto de seguir lucrando inmoralmente incluso tiempo después de que hayan roto lazos burocráticos. Lo que es peor, es una práctica generalizada y erróneamente tolerada.

Llamé a la mencionada financiera para pedirles que me sacaran de su base de datos publicitaria, y la estúpida que me atendió me dijo que tendría que ir a la sucursal más cercana, pedir una solicitud y firmarla, era la única manera de que me borraran. ¡ABSURDO! Ya que jamás firmé un papel para que me llegara su correo basura a mi propio hogar.

Fui y pregunté cómo la financiera había conseguido mi información personal. La tipa repondió indirecta y evasivamente, pero cualquiera podía concluir que eran la universidad y el banco ya señalados. Leí muy bien esos papeles, los firmé y me garantizaron que en 8 semanas me borrarían de la base de datos... ¡Ocho semanas! ¡Se demoraron 40 segundos en escribir mis datos en un computador y se demorarán 8 semanas en borrarme! Es el colmo. Moraleja para mí y para el resto que lee atento estas palabras: JAMÁS SOLICITAR SERVICIO ALGUNO DE LA FINANCIERA ATLAS O CUALQUIER EMPRESA QUE ENVÍE CORREO NO SOLICITADO AL HOGAR.

Si alguna vez empiezan a recibir este tipo de correspondencia no solicitada, dense el tiempo de averiguar la manera de que no les siga llegando. Quita tiempo a los carteros, es un gasto innecesario de papel, contribuye al aumento de residuos en los basurales y terminan quitándonos tiempo a nosotros mismos.