Después de casi exactamente un año se acabaron las hojas de mi bitácora. Es viernes por la noche y todo está cerrado y la mayoría de la gente está picando la cebolla con la Teletón. En sólo media página tuve que resumir hechos y sentimientos que se amontonan por salir, para hacerle espacio a mi humilde cabecita que se sobrecalienta si almacena risas y angustias, alegrías y frustraciones, carcajadas y lágrimas de sangre.
Quisiera exclamar tanto como lo hago en mi pequeño universo de hojas cuadriculadas o lineales, es la única manera de mantener mi sanidad psicológica, pero hoy no puedo, porque se acabaron las páginas de mi cuaderno.
Aquí no puedo, porque este espacio web ya se ha vuelto una vitrina, en donde se supone que sólo algunas personas pueden (y deben) leer lo poco y nada que escribo aquí.
Hoy sólo debo callar y aguantarme una mala noche de sueño, caldeando pensamientos que deberían volar por la ventana y sólo volver a visitarme de vez en cuando, en momentos que necesite un buen recuerdo o aprender de errores pretéritos.
PD: Ayúdame, Dios...