Desde hace algún tiempo se me había metido la idea en la cabeza de que quería un iPhone. Al saber de sus características, vale decir, ser un auténtico aparato "todo en uno", me llamó mucho la atención. Lamentablemente era muy difícil de conseguir, puesto que en primera instancia no estaba disponible más que en EE.UU. Luego, cuando llegó por estas tierras lejanas, sólo estaba atado a un plan de las compañías que no se merecen ni mi disgusto. Poco a poco me fui enterando que de lo maravilloso que tenía sólo quedaba el gusto inicial. Si bien tiene funciones muy versátiles, también tiene limitaciones inadmisibles que no van con lo que necesito de un micro-computador.
Simplemente abandoné la idea... pero me quedé con las ganas de un equipo poderoso, con capacidad de video, de música y sobretodo de juegos.
Un día, en uno de mis paseos solitarios después del trabajo, pasé a mirar a las tiendas de videojuegos y consolas, cuyos productos prometen horas initerrumpidas de ocio frente a una pantalla, haciéndonos olvidar del cansancio, la fatiga, el aburrimiento, la inercia, el enfado o tristeza, cual droga que no se administra vía oral o intravenosa. Diré el discurso que dicen todos los alcohólicos y drogadictos: "No soy adicto... puedo parar cuando yo quiera". Y la verdad si puedo, ya que la mayor parte del tiempo en vez de jugar prefiero escuchar música, cocinar algo rico y exótico (o más bien aprender a hacerlo) o escribir.
Y allí, en una vitrina tapizada de guitarras simuladas, pantallas de LCD y juguetitos coleccionables, despertó en mí la idea de tenerla... Una Play Station Portable. De pronto un relámpago cruzó mi cabeza: "esto es lo que andas buscando". Tal como si fuera amor a primera vista, la idea poseerla fue tan fuerte que no podía pensar nada más. Nada sano, por supuesto, no era más que el impulso compulsivo de querer comprar algo.
De modo que empecé a investigar los pro y los contra de aparatito aquel. Por suerte Internet es una fuente imparcial de productos y servicios, de modo que tuve información suficiente como para analizar si un gasto tan importante valía la pena. Después de ver varios foros, sitios y hasta cotizaciones online me decidí a comprarla. Tenía planeado hacerlo un día viernes, para así disfrutarla sábado y domingo sin las distracciones o agotamiento de los días de semana. Pero me vino un resfrío fulminante que me enclaustró en casa durante el jueves y viernes de la semana pasada.
Pero mi obsesión no se había apagado. El lunes, después del trabajo, me fui de paseo por el centro de Viña, con la idea fija de llevarla a casa. Para mi tristeza, la PSP estaba o agotada, sobrevalorada o no en el color o configuración que yo quería (no voy a comprar a la pinta del vendedor, ustedes tampoco lo hagan). Me vine a Valparaíso, puesto que sabía que en un supermercado estaba en exhibición desde hacía mucho tiempo. Sólo quedaba una, la misma que había visto en la vitrina de electrónica desde hace un año. Tenían que buscar la caja con su contenido en alguna recóndita bodega del local, por lo que no me garantizaban su funcionamiento o la integridad de sus accesorios. Además, se notaba que la persona a cargo no tenía mayor conocimiento sobre electrónica que de planchas, lavadoras y secadores de pelo.
Caminé hacia el centro, sin mayores expectativas que de comprar alguna golosina para apaciguar mi decepción del decadente sistema comercial. Tomé un atajo para evitar semáforos y el taco peatonal de las veredas. De pronto me encontré en una vía "minada" emocionalmente hablando. Recuerdos de experiencias dulces y agrias pasaron por mi mente. Es muy poco lo que camino en Valparaíso, a pesar de vivir aquí. Mi escaso tiempo personal sólo me permite llegar a casa y descansar, a diferencia de hace un par de años, en que no sabía qué hacer con tanto tiempo libre, que al parecer desperdicié en lugares, actividades y personas que no lo valían. Por suerte, ese pasado quedó muy atrás.
Al fin los flashbacks cesaron y me encontré en uno de los centros comerciales tipo caracol de la ciudad. Las típicas tiendas de estos locales son peluquerías, tatuadores, boutiques de alguna tribu urbana, entre otros locales con algún nicho ultra específico. Aún así, y tal como recordaba, había dos tiendas especializadas en consolas. La primera donde pregunté me dijeron lo mismo: "está agotada". La segunda era el último local de consolas que quedaba en Viña-Valpo. Después de ese, si no había en stock, tendría que iniciar mi búsqueda nuevamente al menos a principios del próximo mes.
Ya cansado, con ganas de volver a casa pregunté al dependiente si tenían PSP.
- Sí, si tengo, roja y plateada, la plateada está más barata.
¡BINGO! Después de dos horas de un largo y solitario caminar, allí estaba mi premio. venía desbloqueada, lista para llegar y llevar. Como era el último cliente del día me ofrecieron instalar juegos gratis, y como la palabra "gratis" me gusta tanto, pues decidí quedarme unos minutos más a que me instalaran los juegos. Era increíble. En el último local, la última opción, encontré la consola que quería por el precio que estaba dispuesto a pagar.
Me fui a casa lo más rápido que pude. Hubiera sido una burla cósmica si me asaltaran con mi nuevo chiche en las manos. Ya en casa a probarlo para descargarle la batería a fin de cargarla de nuevo, como me recomendaron en la tienda. Y bueno, durante toda la semana he estado probando funciones, opciones y todo lo que ofrece esta máquina que sin dudas viene con toda la ingeniería y calidad electrónica de Japón. Estoy muy satisfecho con la compra y veo que todo ese caminar, buscar y rebuscar valió mucho la pena.
Sin embargo, después de toda esta odisea, existe un lado triste. Mi N-Gage, amigo y compañero de tantas travesías, aventuras y desventuras, pasará a la jubilación. He pensado en venderlo, pero tiene una carga emocional que no tiene el resto de mis otras posesiones materiales. Hoy lo guardé con todos sus accesorios en su caja original, menos el cable usb que lo necesito ahora, pero el resto todo tal como venía al momento de comprarlo en marzo del 2005 (aún no tenia blog, si lo hubiese tenido de seguro también le habría dedicado un post). Es otro cierre de etapa, y como ésta tiene un buen comienzo, me imagino que se vienen muchas cosas buenas para mí.
Simplemente abandoné la idea... pero me quedé con las ganas de un equipo poderoso, con capacidad de video, de música y sobretodo de juegos.
Un día, en uno de mis paseos solitarios después del trabajo, pasé a mirar a las tiendas de videojuegos y consolas, cuyos productos prometen horas initerrumpidas de ocio frente a una pantalla, haciéndonos olvidar del cansancio, la fatiga, el aburrimiento, la inercia, el enfado o tristeza, cual droga que no se administra vía oral o intravenosa. Diré el discurso que dicen todos los alcohólicos y drogadictos: "No soy adicto... puedo parar cuando yo quiera". Y la verdad si puedo, ya que la mayor parte del tiempo en vez de jugar prefiero escuchar música, cocinar algo rico y exótico (o más bien aprender a hacerlo) o escribir.
Y allí, en una vitrina tapizada de guitarras simuladas, pantallas de LCD y juguetitos coleccionables, despertó en mí la idea de tenerla... Una Play Station Portable. De pronto un relámpago cruzó mi cabeza: "esto es lo que andas buscando". Tal como si fuera amor a primera vista, la idea poseerla fue tan fuerte que no podía pensar nada más. Nada sano, por supuesto, no era más que el impulso compulsivo de querer comprar algo.
De modo que empecé a investigar los pro y los contra de aparatito aquel. Por suerte Internet es una fuente imparcial de productos y servicios, de modo que tuve información suficiente como para analizar si un gasto tan importante valía la pena. Después de ver varios foros, sitios y hasta cotizaciones online me decidí a comprarla. Tenía planeado hacerlo un día viernes, para así disfrutarla sábado y domingo sin las distracciones o agotamiento de los días de semana. Pero me vino un resfrío fulminante que me enclaustró en casa durante el jueves y viernes de la semana pasada.
Pero mi obsesión no se había apagado. El lunes, después del trabajo, me fui de paseo por el centro de Viña, con la idea fija de llevarla a casa. Para mi tristeza, la PSP estaba o agotada, sobrevalorada o no en el color o configuración que yo quería (no voy a comprar a la pinta del vendedor, ustedes tampoco lo hagan). Me vine a Valparaíso, puesto que sabía que en un supermercado estaba en exhibición desde hacía mucho tiempo. Sólo quedaba una, la misma que había visto en la vitrina de electrónica desde hace un año. Tenían que buscar la caja con su contenido en alguna recóndita bodega del local, por lo que no me garantizaban su funcionamiento o la integridad de sus accesorios. Además, se notaba que la persona a cargo no tenía mayor conocimiento sobre electrónica que de planchas, lavadoras y secadores de pelo.
Caminé hacia el centro, sin mayores expectativas que de comprar alguna golosina para apaciguar mi decepción del decadente sistema comercial. Tomé un atajo para evitar semáforos y el taco peatonal de las veredas. De pronto me encontré en una vía "minada" emocionalmente hablando. Recuerdos de experiencias dulces y agrias pasaron por mi mente. Es muy poco lo que camino en Valparaíso, a pesar de vivir aquí. Mi escaso tiempo personal sólo me permite llegar a casa y descansar, a diferencia de hace un par de años, en que no sabía qué hacer con tanto tiempo libre, que al parecer desperdicié en lugares, actividades y personas que no lo valían. Por suerte, ese pasado quedó muy atrás.
Al fin los flashbacks cesaron y me encontré en uno de los centros comerciales tipo caracol de la ciudad. Las típicas tiendas de estos locales son peluquerías, tatuadores, boutiques de alguna tribu urbana, entre otros locales con algún nicho ultra específico. Aún así, y tal como recordaba, había dos tiendas especializadas en consolas. La primera donde pregunté me dijeron lo mismo: "está agotada". La segunda era el último local de consolas que quedaba en Viña-Valpo. Después de ese, si no había en stock, tendría que iniciar mi búsqueda nuevamente al menos a principios del próximo mes.
Ya cansado, con ganas de volver a casa pregunté al dependiente si tenían PSP.
- Sí, si tengo, roja y plateada, la plateada está más barata.
¡BINGO! Después de dos horas de un largo y solitario caminar, allí estaba mi premio. venía desbloqueada, lista para llegar y llevar. Como era el último cliente del día me ofrecieron instalar juegos gratis, y como la palabra "gratis" me gusta tanto, pues decidí quedarme unos minutos más a que me instalaran los juegos. Era increíble. En el último local, la última opción, encontré la consola que quería por el precio que estaba dispuesto a pagar.
Me fui a casa lo más rápido que pude. Hubiera sido una burla cósmica si me asaltaran con mi nuevo chiche en las manos. Ya en casa a probarlo para descargarle la batería a fin de cargarla de nuevo, como me recomendaron en la tienda. Y bueno, durante toda la semana he estado probando funciones, opciones y todo lo que ofrece esta máquina que sin dudas viene con toda la ingeniería y calidad electrónica de Japón. Estoy muy satisfecho con la compra y veo que todo ese caminar, buscar y rebuscar valió mucho la pena.
Sin embargo, después de toda esta odisea, existe un lado triste. Mi N-Gage, amigo y compañero de tantas travesías, aventuras y desventuras, pasará a la jubilación. He pensado en venderlo, pero tiene una carga emocional que no tiene el resto de mis otras posesiones materiales. Hoy lo guardé con todos sus accesorios en su caja original, menos el cable usb que lo necesito ahora, pero el resto todo tal como venía al momento de comprarlo en marzo del 2005 (aún no tenia blog, si lo hubiese tenido de seguro también le habría dedicado un post). Es otro cierre de etapa, y como ésta tiene un buen comienzo, me imagino que se vienen muchas cosas buenas para mí.