Mientras hacía limpieza de primavera en mis atascados cajones me encontré con un extracto de una exposición que hice para el III Congreso Nacional de Estudiantes de Traducción e Interpretación, el cual se llevó a cabo en octubre de 2003. Para ese entonces acababa de terminar mi carrera, pero un error burocrático, del cual tuve la mitad de la culpa no pude oficialmente egresar ese mismo año. No me afecttó demasiado pues seguí ejerciendo labores de ayudante durante el resto del año.
Mi discurso fue bastante lúdico, y no es porque lo diga yo, sino porque mi ponencia trató un tema de actualidad ligado a intereses y habilidades, además de insertar divertidas anécdotas lingüísticas que despertaron a la adormilada audiencia.
Lamentablemente mi disertación completa se perdió, ni siquiera he encontrado respaldos en mis cuentas de email, pero al menos encontré este resumen que plasmo en este medio a fin de contribuir a una cura parcial de mi mal de Diógenes:
La traducción en la era de la revolución informática
Vivimos en un mundo donde la economía ya no se mueve solamente gracias a la manufactura de productos, sino también al manejo y control de la información, cuya manipulación se realiza fundamentalmente en los medios de comunicación y computación.
Las herramientas informáticas encontramos la red de redes, Internet, una gran biblioteca que nos puede resultar muy útil si sabemos cómo obtener el máximo provecho de ésta.
Sin embargo, con la aparición de nuevas tecnologías, también surge el debate de cómo utilizarlas de tal manera que no faltemos a nuestra moral profesional. Es preciso ser cautelosos al utulizar información que represente el trabajo y esfuerzo de terceros.
En un mundo cada vez más globalizado, donde se ha roto las barreras de la distancia, debemos dar a conocer la importancia de nuestra profesión y cómo ayudaría a las empresas a expandirse a nuevos mercados. Nuestro trabajo puede adaptar las ofertas de una compañía a un territorio en específico o bien puede generalizarlas para presentarlas a un mercado más amplio y multicultural.
Nuestro arte ha cumplido una función esencial en el proceso de diseminación del conocimiento humano, y a los comienzos de la era informática, dicha difusión seguirá más vigente que nunca.