Al enfrentar la pérdida de una persona que creías importante en tu vida siempre todo se vuelve de cabeza. Una crisis así puede llegar incluso a afectar físicamente al individuo: falta de apetito, alteraciones del sueño, erupciones o rebrote de acné en la piel, entre un montón de etcéteras.
Ya sea si la pérdida sea por un fallecimiento de un ser querido o la ruptura de una relación las cinco fases del duelo son prácticamente las mismas. Hay veces en que las cuatro primeras se intercambian de lugar, pero al final siempre llega la quinta al final: la aceptación.
Cada quien vive tiempos distintos de duelo. Hay quienes les dura días, a otros les podrá durar años. Sin embargo, la incertidumbre de desconocer cuánto nos durará personalmente al experimentar dicha situación puede llegar a ser peor incluso que la propia etapa de la melancolía.
No obstante hay factores que nos pueden ayudar a superar de mejor manera el duelo personal, sea cual sea su tipo. En primer lugar está la familia, quien conoce perfectamente cómo somos, cuáles son nuestros valores y sobretodo el lugar que tenemos en este mundo. También están nuestros amigos, aquellos que han estado en los buenos y malos momentos, quienes te han hecho favores y a la vez les has devuelto la mano, o al revés, da igual, es parte de la amistad. Su apoyo incondicional y su perspectiva parcial e imparcial siempre resulta un valioso aporte en nuestra recuperación.
Aunque hay otros factores no tan positivos que aún así, tomándolos desde un punto de vista justo y práctico, nos ayudan a ponernos de pie. Como por ejemplo, en el caso de las relaciones, si tu pareja anterior te dejó y rehizo su vida con otro individuo en menos de un santiamén da el pie para que no haga lo mismo... No precisamente conseguir a otra pareja, sino más bien considerar en ya no invertir sentimientos, emociones o anhelos en aquel quien se alejó voluntariamente de ti. Esa persona ya no piensa en ti, ya no te considera, ya ni siquiera tendrá el deber de decirte la verdad.
No necesitas sentir rabia, para qué desgastarse por alguien que ya no ha de valer un céntimo ahora, sin importar cuán valioso haya sido en el pasado. Tu posible ira personal ni siquiera le molestará el equivalente del aleteo de un mosquito por la noche. Sus distracciones presentes son más poderosas, de modo que ¿para qué molestarse?
Siempre nos han dicho que lo que no nos mata nos hace más fuerte. No sé hasta qué punto será cierto, he pasado por este tipo de pérdidas en el pasado y he sobrevivido, sin cambiar mi propia esencia. No he perdido la capacidad de amar, creer o confiar, pero admito que cada vez parecieran ser pruebas más difíciles. Pero tal como escuché de una persona muy sabia, "las estaciones cambian, las personas no". Quien siga sus propios valores sin traicionarlos seguirá siendo así, y quien siga siendo desleal, seguirá siendo desleal, lo que representa una advertencia para el resto.
Por suerte de mi experiencia personal puedo sacar dos situaciones positivas. La primera es haberme quedado con lo bueno de la relación que tuve. Si bien hubo altibajos, también conservo hermosos recuerdos y la satisfacción de haber amado verdadera e incondicionalmente, de manera tal que tengo la conciencia tranquila.
Y segundo, que ya entra en el plano práctico, aprendí que no importa cuán enamorado uno pueda estar, todo tipo de asuntos financieros debe tratarse por separado, cada cuenta llevarse individualmente y contar con algún tipo de protección legal en este aspecto. Un WiiU, un Kia Sportage, entre tantas cosas materiales que disque se compraron "a medias" (aunque el costo mayoritario lo asumí) representan piedras en el zapato todavía pendientes y que dificultan la fase de aceptación. Sí, son cosas, pero que en algún momento tuvieron un significado importante, y por lo tanto deben saldarse para quedar a mano con la vida.
Sí, una valiosa lección que me ha tocado aprenderla prácticamente a palos, pero que por suerte no se repetirá en el futuro. También he aprendido a identificar a personas aprovechadoras, que no caen muy lejos del árbol, sobretodo con una caótica parentela, lo que me permitirá evitar, filtrar y desechar este tipo de individuos sin sentirme culpable en lo absoluto.
Me tocó ser adulto de cristal, y después de casi perder mi propia esencia he vuelto a mi personalidad original, quizá algo ingenuo aún, debido a mi falta de malicia o egoísmo, pero ya más sabio y atento a las condiciones presentadas en un mundo un tanto individualista y superfluo. Quizás haya algunos que no avancen o hasta involucionen a un estado casi patéticamente adolescente, pero ése no es mi problema. Elegí crecer, madurar, ser un mejor hombre, y ya hay alguien que aprecia eso: yo mismo, y si alguien más sabe apreciarlo y valorarlo, pues, bienvenido sea.
(Publicación inspirada por y dedicada a mi amigo Juan, quien ha tenido la generosidad de compartir conmigo su experiencia y sabiduría con este pequeño saltamontes, y quien me ha animado a retomar una actividad tan satisfactoria como es la escritura)