Cuando era más pequeño no había que ser un genio para darse cuenta de que todos los avances culturales, tecnológicos y sociales provenientes del llamado "primer mundo" llegaban con una década de retraso a nuestro país. Es cuestión de mirar la historia musical chilena. Mientras en EE.UU. vivían la revolución de las flores con Jimmy Hendrix, en Chile era furor la "nueva ola". La onda disco llegó a pricnipios de los 80, cuando en la OTAN ya disfrutaban el apocalíptico rock electrónico.
Por eso a veces me lamentaba de vivir en el tercermundismo... hasta ahora.
Me alegro de que en nuestro país no exista un sistema de alarma terrorista, ni de alarma de tornados, o de alarma de bombardeos. Me alegro de que la población culta de este país sea mayoritariamente indiferente o tolerante en el aspecto religioso. Aunque no voté por ella (ni lo habría hecho) me alegro de tener una mujer agnóstica como presidente que no me impondrá que visite La Meca, ni el Vaticano ni la Catedral de los mormones en Utah. Me alegro de que mis colegas y amigas no tengan que utilizar velo o burkas. Me alegro de que no apedreen públicamente a una mujer si se sospecha que cometió adulterio o que ahorquen a dos hombres que se crea que sean homosexuales.
Me alegro de tener la opción de ver todos los sitios de Internet que existen sin el obstáculo de un filtro provisto por el estado. Me alegro de tener la opción de tener 100 hijos o de simplemente no tener ninguno si así me place, sin que la sociedad ni la fe me condene por no seguir una normativa tribal de más de 1000 años.
Me alegro de vivir en un país que, aunque los televisores de plasma y las tecnologías de entretenimiento sean carísimas, puedo disponer de una amplia variedad de alimentos frescos y nutritivos que no se encuentran expuestos a extrañas enfermedades asiáticas y se venden a precios razonables.
Me alegro por vivir en una lejana tierra que estaría a salvo en una eventual guerra nuclear entre países del hemisferio norte. Me alegro por tener la libertad de andar, pololear y casarme con la persona que yo elija, sin que medie la voluntad de algún decrépito familiar.
Después de haber visto TV cable durante un par de días, me alegro de vivir en lo que parece ser el mejor país para vivir en la Tierra. Así es Chile, así debiera ser el mundo entero.