En un día de mucho calor como hoy te subes a la micro, caldeada como el
mismísimo infierno, milagrosamente encuentras un asiento justo al lado
de una ventanilla que, al igual que nuestra disfuncional nación, está descompuesta . Tu instinto es abrirla lo antes posible, de modo que te
incorporas y descubres que está trabada, muy trabada, trabadísima. De tu
desesperación térmica sacas fuerzas sobrehumanas y logras abrirla.
Con
una sonrisa de satisfacción vuelves a tu asiento, sintiendo
la débil brisa que refresca tu frente, haciéndote la idea de que tu
viaje tendrá al menos un atisbo de alivio. No pasan ni tres segundos y
escuchas la voz de una señora de mediana edad, sentada justo atrás de
ti, que te dice con una voz rogona "Joven, puede cerrar la ventana por
favor, es que entra mucho frío..." La miras, sientes que te tirita un
párpado... ¡HACE MIL GRADOS CENTÍGRADOS ALLÁ AFUERA Y LA VIEJA DE
MIERDA TIENE FRÍO!
De pronto pasa por tu mente que tu nombre se
convierte en trending topic por un violento y sangriento femicidio, pero
luego recuerdas que la agitación física por dicho crimen provocaría más
calor en tu organismo, de modo que la miras con una sonrisa burlona a
la vez que frunces el ceño y respondes un rotundo "NO". Vuelves a
sentarte, girando, mientras que por la comisura del ojo ves a la mujer
estupefacta.
Con la vista al frente, y el orgullo de no haber sido otro
chileno más que cae en la persuación de la culpa católica, te pones los
audífonos y disfrutas de tu música que dista mucho del tercermundista
reguetón, ranchera o bachata que suena en la radio del transporte
público.
(Un micro cuento psicópata de verano)
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