martes, 20 de octubre de 2009

De mango sour y profecías

Hace ya un año y medio tres amigos vivían una realidad diametralmente distinta a la actual. Uno con una relación amor-odio, otro con una relación a distancia y otro sin relación alguna. Los tres son amigos desde los tiempos colegiales, quince años no pasan en vano, pero la situación laboral de cada uno sólo permite la reunión de los "Tres Mosqueteros" cada ciertos períodos.

En una de nuestras "cumbres" trimestrales, cuyo propósito era celebrar el cumpleaños de nuestra amiga Romina y simplemente conmemorar el hecho de ser amigos, nos juntamos a almorzar. Como profesionales que somos tenemos la opción de elegir nuestro menú, de modo que en primera instancia habíamos decidido almorzar en algún céntrico y típico restaurant porteño. No obstante nuestra amiga Yasna, cuya tradición de dejarnos plantados durante más de una hora no envejece, nos convocó a almorzar a su domicilio. De modo que Romina y yo decidimos el menú por los tres, y utilizando dichos privilegios me tomé la libertad de llevar un brebaje alcohólico más un jugo semi-artificial para diluir posibles borracheras.

Ya en su casa pusimos manos a la obra para descongelar lo congelado y calentar lo recalentado. Creo recordar que los platillos en aquella ocasión fueron lasaña y algunas frituras de pollo y patatas. Y ahí, justo en medio de la mesa, a un costado de la fuente eléctrica de agua que mi amiga compró con descuento en una multitienda muy a mi pesar y envidia, el invitado de honor: Mango Sour de una reconocida marca de tragos preparados listos para servir. No lo había probado, ya que en casa mi padre sólo reconoce el vino y la cerveza, mientras que el resto de la biblioteca alcoholera son sólo demoníacos brebajes comerciales que sólo enriquecen a las Solari y los Walker.

De acuerdo, los primeros sorbos nos lo llevamos Romina y yo, ya que Yasna, cual virgen de sustancias alucinógenas se negó a siquiera oler dicho néctar de preservantes y colorantes autorizados (sí, el amarillo crepúsculo sigue siendo un colorante autorizado a pesar de estar prohibido en Europa). Por supuesto, como por mi parte siempre he tenido poca tolerancia etílica, lo diluía precisamente con más jugo de mango con trazas de durazno, ciruelas y otras frutas de bajo costo que actúan como excipiente para el 0,2% de pulpa de mango con que viene dicha bebida.

Mientras disfrutábamos de una sobremesa con la Oreja de Van Goh y cantábamos las trilladas canciones de amor del pop peninsular Yasna sacó del baúl de los recuerdos una serie de videocintas en VHS (qué horror haber conocido dicha tecnología obsoleta en los tiempos del DVD y el BitTorrent) de grabaciones liceanas, específicamente del día de nuestra ceremonia de graduación de la preparatoria. QUÉ manera de hablar bien y mal de nuestros propios conocidos, no se salvó nadie, ni siquiera los profesores. La frase "atragantarse de la risa" se viene a mi mente, hacía mucho tiempo que no la pasaba tan bien, y vaya que lo necesitaba en aquel período (recuérdese la "relación amor-odio").

Pasó la tarde y llegó un momento en que miré la botella de 900 cc y estaba a la mitad. "Es que estaba tan rico", le comenté a Romina entre carcajadas y cierto mareo. Y estábamos tan contentos con nuestro Happy Hour casero que hasta Yasna se nos unió en un momento, por supuesto, con más jugo que con mango sour, pero al fin teníamos una conexión los tres con lo que es bueno en la vida... por supuesto, todo lo que es bueno en la vida es malo, ilegal o engorda.

Para pasar el mareo nos asomamos a la terraza de su espectacular departamento con vista a un bosque de especies nativas de la región. Respiramos aire puro y seguimos con nuestras conversaciones sobre la vida, las vidas de otros y la propia, siempre con el vaso en la mano, por supuesto. Esa botella no podía quedar llena en la casa de una señorita que se hace respetar, no señor (aunque a decir verdad no recuerdo si la acabamos o no). De pronto mi amiga Yasna me hizo el comentario de "cómo una mujer como ella, profesional, bonita, inteligente, y de buenas costumbres y valores no lograba conocer a un hombre que de verdad valiera la pena", siendo que hasta la fecha sólo había mantenido contacto con una serie de truhanes, pasando desde un cretino hipócrita, un imberbe representante de la ley, un muermazo más frío y distante que un pingüino autista, un fanfarrón a quien se le perdía el caballo (jojojo), entre otros personajes, fantasmas de navidades pasadas que definitivamente se merecen un exorcismo. "Yo quiero un hijo, y lo voy a tener, tenga o no tenga un hombre a mi lado", añadió, casi resignándose a su destino imaginario.

Una vez que terminó su declaración una luz fuerte y brillante iluminó mi cabeza, cual Pentecostés de la era de la informática, una flama azul de Metrogas se posó en mi remolino, el tono jocoso que había gobernado la velada desapareció y la semi-borrachera de mango sour dio paso a un estado de lucidez mental como nunca antes había experimentado. Mientras Romina miraba estupefacta mi cambio de cara y sorbía nerviosa de su vaso, miré fijamente a mi amiga Yasna y con un tono serio le dije: "Si Dios te dio una buena familia, una profesión loable, un trabajo envidiable y este magnífico departamento para que vivas como la mujer adulta que eres... ¿No crees que te tiene reservado algo MUY, pero MUY bueno para el área sentimental también?"

En ese momento me miró con ojos de vidrio y me abrazó, y qué oportuna, puesto que seguramente hubiera caído al piso después de aquella experiencia místico-religiosa, tal como ocurre en los reportajes sobre el Protestantismo de "Informe Especial" y los estados de éxtasis. Luego de eso me llevé a la boca un nugget de pollo frío que aún quedaba sobre la mesa y volví a mi personalidad ebrio-agnóstica.

Al atardecer Romina y yo, ya con un grado menor de ebriedad que nos permitía movilizarnos por nuestra cuenta, regresamos a nuestros hogares, felices y satisfechos de haber pasado una jornada alegre y jovial. ¿Cómo volví a mi casa? Honestamente no lo recuerdo en este minuto.

Un año y medio después, un día miércoles cualquiera, me encontraba en mi rutina laboral, sin más desayuno que una taza de té y esperando con ansias la hora de almuerzo, cuando de pronto me llama Yasna, solicitándone un favor, necesitaba una firma en el registro civil. En un tono irónicamente jocoso y sin despegarme mucho de mi trabajo le pregunté "¿por qué, te vas a casar?", a lo que me responde "¡SÍ, amigo!". De incrédulo pasé a la alegría de que mi amiga Yasna tenía una relación y además se iba a casar. De inmediato solicité una "cumbre de emergencia" para que me contara todos los detalles de tamaña sorpresa. Y nos juntamos al día siguiente.

Mientras que mi amiga compartía este momento tan especial conmigo y me ponía al día sobre el buen hombre que la había enamorado disfrutábamos de unas deliciosas y saludables empanadas de espinaca con queso y un exquisito jugo de fruta fresca preparada al momento. De pronto dejó el vaso, me miró y dijo:

- Yo nunca voy a olvidar ese momento, en que me dijiste que Dios, si me había llenado de tantas bendiciones, cómo no me iba a tener algo reservado para precisamente eso. Es allí cuando te das cuenta de que Él utiliza caminos y medios misteriosos para comunicarse con su pueblo... imáginate, la respuesta que nadie me supo dar en mi iglesia me la diste tú que no tienes nada que ver con ella.
- ¡Y eso que soy agnóstico, jajaja! -soy lamentablemente buenísimo arruinando momentos peliculestos como éste- ¡Fue como el día de Pentecostés, había fuego en mi cabeza -estaba medio ebrio- y hablaba en lenguas! ¡Fui profeta!
- Jaja, si amigui, fuiste "profeta".

En realidad siempre he tenido dones para la profecía, pero del desastre. Por lo general tengo ese olfato para las mentiras, deslealtades y resultados negativos para acciones o inacciones futuras. De pronto, así de la nada me convertí en el oráculo de la esperanza amorosa, aunque fuera una sola vez, pero definitivamente fue para algo positivo. O quizás en ese momento habló la única neurona sobria que me quedaba, no lo sé. Sólo puedo decir que me alegro de que mi amiga querida tenga un buen hombre que la ama y que está así de dispuesto a jugársela por ella. Yo quería ver a mi amiga "de la mano de un buen hombre y muerta de la risa". Mi nuevo cuñado, Walter, se lleva un gran premio: una hermosa, talentosa e inteligente mujer, cuyos atributos sólo pueden ser valorados por un hombre igualmente inteligente y por sobretodo "jugado", con las cosas claras en la vida, sabiendo lo que quiere para la mujer que ama y para sí mismo.

Yasna, mi amiga y hermana, no de sangre ni de fe, sino de aventuras y desventuras, te deseo la mayor de las felicidades en esta nueva etapa. Extiende tus alas y vuela, vuela lejos por "sobre el arcoiris, donde los problemas se disuelven como caramelos de limón, lejos por encima de las chimeneas". Esta vez te toca bailar a ti, y la música la pones tú. Te requiero.