martes, 25 de diciembre de 2018

Navidad secuestrada (otra vez)

El trabajo en retail ha sido lo que ha pagado mis cuentas desde hace 3 años, con una pausa de algunos meses entre el 2016 y 2017. Es un oficio noble, sacrificado y bastante mirado en menos por los pseudo-intelectuales. Tampoco voy a mentir, extraño un empleo de oficina con horarios más benignos. Pero como se dice coloquialmente "es lo que hay", y costea mis gastos. Además me ha ayudado a desarrollar carácter, paciencia y habilidades sociales.

La época navideña es una temporada con múltiples caras. Las empresas la ven como LA oportunidad del año para maximizar las ganancias y terminar el período con números positivos, en especial los días previos a Navidad propiamente tal.

Esta Nochebuena no fue la excepción: Una larga y agotadora jornada atendiendo a gente irresponsable que compra los regalos que van a entregar a última hora, promociones improvisadas, condiciones laborales incómodas, entre un largo etcétera. En cierto modo hay que agradecer la legislación que prohíbe la actividad laboral más allá de las 8 de la noche en víspera de Navidad. Hasta hace poco las tiendas no dejaban ir a sus trabajadores sino hasta altas horas de la noche, una práctica absolutamente inmoral, aunque considero aún más amoral que hubiera gente tan desconsiderada y carente de sentido común que pretendiera realizar sus compras a último momento.

Es la tercera Navidad a la que sobrevivo trabajando en retail. En realidad en todos los trabajos que he tenido tengo recuerdos de nunca haberme retirado a casa temprano. Es la única fecha que me gusta celebrar, y la considero sagrada. El resto de los feriados en realidad me importa menos que un comino.

Extraño ver los especiales de Navidad en televisión, la emoción de esperar todo el día la deliciosa cena y el intercambio de regalos por la noche... Este año con suerte pude llegar antes de las 9 de la noche a casa acá en Quilpué... La primera Navidad acá después de 36 años de navidades en Valparaíso. Lo bueno es que sí se notó un cambio radical, ya que pasamos de la bulliciosa y tóxica "bohemia porteña" que infectó nuestro barrio de antaño a la tranquilidad suburbana de este pacífico pueblo. Volvimos a pasar estas fechas en un agradable ambiente familiar libre de irrupciones externas.

Me pregunto si alguna vez volveré a experimentar la magia que se vive en víspera de Navidad.