domingo, 22 de enero de 2017

Aburguesamiento: el cáncer de los barrios residenciales

"El aburguesamiento (en francés, embourgeoisement, y en inglés, gentrification) es un proceso de restauración de zonas urbanas empobrecidas llevado a cabo por parte de la clase media en las ciudades. El proceso tiene como resultado el desplazamiento de aquellas personas residentes en la zona que disponen de menos ingresos."(fuente

No recuerdo la época precisa en que el vecindario comenzó a cambiar.

Mi familia y yo llegamos a nuestra casa hace 30 años. Durante un año vivimos co-arrendando una casona con unos tíos en el cerro Yungay, después del terremoto del '85. Volver a tener un hogar para nosotros fue emocionante, sobretodo porque esta vez teníamos mucha luz natural, vista al mar, aire fresco, tranquilidad y además estábamos a pasos del centro cívico, cerca de todo.

La vida de barrio era el típico cliché de la clase media: panadería, almacén, peluquería, librería y hasta escuelas. Las vecinas que se juntaban a conversar en los pasajes, las calles vacías a la hora de la teleserie, etc. Las noches también eran muy tranquilas a excepción por algún residente que volvía "feliz" de algún bar en el puerto. No estábamos exentos de asaltos o vandalismo menor, los que eran resueltos por la comisaría cercana con la colaboración de la junta de vecinos.

Con respecto a este último punto recuerdo el caso de un individuo que grafiteaba paredes y hasta los mismos suelos con la frase "el efecto peña", acompañado de una silueta humana, cobijándose cobardemente durante las horas de la madrugada. Gracias al accionar de los vecinos esta persona fue detenida y hasta cumplió una condena. Nunca más supimos de sus garabatos por acá.

De a poco fui dándome cuenta de que, sin ser millonarios ni mucho menos, vivíamos en un lugar privilegiado dentro de una ciudad azotada por la delincuencia, la pobreza, la basura, la suciedad visual. Papá tuvo un excelente ojo al elegir esta casa por sobre otras que cotizó en su momento. Los pocos amigos que han venido a mi morada siempre elogian nuestra vivienda, su ubicación y lo acogedora que es.

Una vez que andaba de paseo con mi familia por Viña del Mar me llamó la atención la cantidad de locales comerciales en la estrecha calle de 5 Norte, todos colindando con edificios residenciales de alto nivel y fue inevitable reflexionar "¿esta gente podrá conciliar el sueño con tanta gente que transita por acá, incluso en la noche? Qué mal..." Ni sabía lo que estaba por venir.

Fuimos testigos del cierre paulatino de los locales comerciales del barrio, como las peluquerías, la librería. Pero cuando cerró la panadería que conocí desde que llegamos al sector quedamos estupefactos. Al parecer el negocio ya no era tan rentable con la competencia de los supermercados y las panaderías del plan. El almacén principal, cuyos dueños vivían ahí mismo, amplió sus espacios para ser mayoritariamente una surtida botillería.

Dichos locales estuvieron desocupados durante algunos meses. Pronto se convirtieron en restaurantes internacionales, bares, hoteles, heladerías que atrajeron no a la población local, sino a los turistas deseosos de ver el lado "bonito" y seguro de Valparaíso. Obvio, quienes vivimos acá siempre lo mantuvimos así para los propios vecinos, no para la gente de afuera.

Pasamos de tener al ocasional estudiante de primer año de arquitectura a un molesto y constante flujo de turistas nacionales y extranjeros. Muchos de mis vecinos de años simplemente vendieron sus casas y se fueron del barrio. Naturalmente esta cantidad de personas atrajo a vendedores y músicos ambulantes, aumentando la contaminación visual y sonora. Para qué hablar de los "cuidadores de autos" de ocasión, que hasta han tratado de cobrarnos ¡por estacionarnos en nuestro propio lugar!

Los fines de semana hace mucho rato que dejaron de ser tranquilos. Resulta frustrante ver a los santiaguinos suburbanos aplaudir el grafiti y a los músicos ambulantes metiendo bulla tocando las únicas dos canciones que se saben. Acordeones eternos, tambores eternos, guitarreos eternos. Muchas veces no podemos escuchar nuestros propios pensamientos. Lo peor es que cuando viene carabineros la misma gente (que por la noche disfruta tranquilidad en su condominio cerrado y vigilado por guardias) solidariza con los ambulantes, que vienen a lucrar a costa de la calidad de vida de los residentes que aún quedamos en el barrio. Hasta los motoqueros se sienten con el derecho de estacionar sus vehículos en un pasaje claramente marcado como peatonal.

Hay quienes señalan que estos negocios crean empleos. Veamos la calidad de estos empleos primero: meseros, baristas, cajeros, dependientes... Todos a sueldo mínimo o propinas. Recuerdo una vez que venía subiendo por el ascensor Reina Victoria y escuché la conversación de un mesero del restaurant FAUNA (tan sobrevalorado por el "red-set") con un amigo, y le comentaba que venía algo atrasado para su turno, y que la administración le descontaba el 50% de sus propinas si llegaba 5 minutos tarde. Éso sí que es ser negrero y miserable, y en realidad no me extraña de la moral de sus dueños.

La única solución para nosotros también sería emigar de acá. Lamentablemente eso no es financieramente posible para nosotros. Sólo nos queda luchar y resistir, aunque sea con eternas cartas a la municipalidad y la autoridad policial. Porque si no nos dejan tranquilos, tampoco los dejaremos tranquilos a ellos.

De tubos a leds

Recuerdo que cuando era pequeño había dos televisores en casa. El de color estaba en la sala y uno blanco y negro en el dormitorio que compartía con mis hermanos. Era muy extraño que yo viera televisión puesto que nada de lo que veía mi familia era de mi gusto. Siendo el menor de la casa era lógico que no tuviera voz ni voto sobre la programación de los 4 canales disponibles en aquella época.

Cuando enfermaba y tenía que pasar todo el día en cama mi papá ponía el televisor a color en su dormitorio (donde pasaba mi convalescencia) y disfrutaba de la programación nacional a mi antojo, aunque fuera por sólo un par de días. En aquella época iba al colegio durante la tarde, de modo que ver los bloques infantiles que pasaban a esa hora era toda una novedad. Al menos, al llegar de la escuela siempre estaba "Pipiripao" a la hora del té, de modo que podía disfrutar de un rato de dibujos animados antes de hacer mis tareas e irme a la cama.

Con el tiempo la sala y cada dormitorio incorporaron un aparato de televisión, y ya cada quien podía ver lo que quisiera dentro de la parrilla de 6 canales nacionales recibidos a través de la misma antena del televisor (la ventaja de vivir en un cerro en Valparaíso). Aunque al llegar a casa de la jornada de la tarde pues no me daba muchas opciones más que la guerra de las teleseries, las noticias y el estelar de cada noche.

Más adelante escucharía hablar a mis compañeros sobre "la televisión por cable", un servicio contratado, tal como el agua y la electricidad, que permitía ver un centenar de canales extranjeros, cada uno con su programación específica. Lo que más me llamaba la atención era que había canales que pasaban dibujos animados TODO el día. Asombroso, un canal sin noticias, sin telecebollas, sin partidos de fútbol ni programación cursi. Además estaban los canales con documentales, de cocina, en idiomas extranjeros. Todo sonaba muy interesante. Pero como casi todo lo bueno, era un lujo que sólo las familias más pudientes podían darse.

En mi último año de escolaridad mi padre me regaló mi primer computador, con el cual aprendí muchas habilidades y además me inicié en el mundo de los videojuegos. El mundillo televisivo dejó de atraerme como medio de distracción, salvo excepciones. En realidad estaba más interesado en tener Internet que TV cable, el cual que llegué a tener por conexión telefónica, que hacía subir mucho el Servicio Local Medido, para horror de mi papá cuando llegaba la cuenta del teléfono.

Años más tarde finalmente tuvimos el llamado "triple-pack". Todo se veía muy interesante, y el reto era saber en qué canal iban a dar algo realmente más atractivo como para dejar de ver otro canal cuya programación era casi igual de interesante. Ver dibujos animados, especialmente Anime, por las las noches era una delicia.

Con el tiempo descubrí que todos esos 100 canales pasaban una cantidad abrumadora de infomerciales con productos ridículos. Que los documentales se convertían reality shows. Y que los dibujos animados eran reemplazados por series sobre insoportables adolescentes. Para qué refererirme a la televisión local: la farándula, el mal gusto y la incultura son los intermedios de la publicidad del corrupto y codicioso industrial nacional.

Por esta razón volví a los medios que ofrece Internet. YouTube y el software P2P, entre otros, se volvieron en mi fuente de entretenimiento. Claro que encontrar capítulos de una serie era algo tedioso, y el mercado negro lo sabía perfectamente.

Con el advenimiento de la banda ancha ya cualquier tipo de contenido se volvió más fácil de encontrar y descargar o reproducir en la misma web, con el riesgo, claro, de contraer algún tipo de virus informático o malware. La decadente industria mediática iniciaba su "cacería de brujas", gritando ¡PIRATA! a cualquiera que no se conformara con lo que ellos llevaban a la mesa y buscara entretenimiento por otras vías. Por supuesto, no es más que un reflejo de su propio mal manejo de contenidos y la manera obsoleta de distribuirlos.

Y llegó la era Netflix, una extensa biblioteca de series y películas disponibles en todo momento, sin insufribles comerciales, legal, por una cuota mensual bastante asequible. El mejor descubrimiento para alguien que disfruta ver estas producciones, sobretodo en la comodidad de casa, frente al computador o un dispositivo móvil, y a cualquier hora.

Por supuesto, no todo podía ser tan perfecto. La cantidad de contenidos, si bien es extensa, permanece limitada por la disponibilidad temporal de series y películas, supuestamente por un tema de "derechos", un concepto obsoleto para este siglo, y para cualquier tipo de avance como sociedad digital.

No sé que nos espera dentro de unos años: los contenidos holográficos, la transmisión neuronal, quién sabe, ya nada me sorprende en realidad, sólo trato de adaptarme al presente según mi propia corriente de pensamiento, muy libertaria por demás. Sólo espero que el avance tecnológico sea positivo y accesible para todos.