jueves, 9 de febrero de 2006

Derecho a la tranquilidad

Como estoy de "vagaciones" tengo la oportunidad de quedarme hasta tarde viendo la TV o frente al computador. Sin embargo, anoche fue muy difícil conciliar el sueño.

Desde el plan de la ciudad se escuchaba una batucada... con equipos de amplificación. Efectivamente, los vidrios de mi casa temblaban y las paredes crujían, y eso que mi hogar se encuentra a una distancia considerable del plan. Yo pensaba en la pobre gente que vive a una cuadra o menos del lugar. Pensaba en los niños, los ancianos, las personas que deben levantarse muy temprano al día siguiente para ir a trabajar y que la hora de dormir representa un alivio momentáneo del estrés diario.

No estoy seguro desde qué hora estaban tocando, pero sí estoy seguro de la hora de término del "evento": 2 de la madrugada de hoy jueves.

No me opongo a las manifestaciones culturales, y mucho menos a la libertad de expresión, un valor que no se aprende ni con los padres, ni en la escuela ni mucho menos en una iglesia, sino con la propia experiencia del crecimiento. Sin embargo, creo fervientemente que los derechos de uno terminan donde empiezan los derechos del otro. Y creo que anoche se pasó a llevar el derecho al descanso de una gran cantidad de porteños, incluyéndome.

No es novedad que el alcalde, don Aldo Cornejo, no tenga criterio para la realización de este tipo de eventos. Para él y el gobierno es más importante que haya "circo para el pueblo" (y casas de colores sicodélicos) que tranquilidad y soluciones reales para los ciudadanos. Me niego a vivir en la copia tercermundista de Saltavilla.

Lamentablemente el fin del verano se acerca a pasos agigantados, y con ello la vuelta a la realidad estudiantil y laboral, pero creo que la quietud invernal es el mejor regalo para quienes preferimos una vida pacífica y libre de bulla.

1 comentario:

Daniel dijo...

ESTOY CHATO DE LOS SIMIOS DE MIS VECINOS QUE SÓLO CONOCEN EL REGGETÓN